Sus miradas
se encontraron. Ella podía percibir aquel instante al completo, podía
sentir la suave brisa de verano, podía captar el movimiento de un gato
callejero pasando por su lado, las palomas alzando el vuelo en la calle de
enfrente, la niña de pelo rubio absorta en su globo. Todo parecía a cámara
lenta, sus pasos se habían ralentizado, al igual que los de él. Su cabellera
corta y castaña destellaba en múltiples gamas por los rayos del sol que
traspasaban con nimia dificultad las nubes. Todo quedó en una fracción de tiempo
demasiado pequeña, por la que cruzaron multitud de recuerdos de años pasados.
Al terminar ese
intenso, pero pequeño momento, intentó calmar su acelerada respiración. Le
había visto, estaba de nuevo en la ciudad. Había visto de nuevo aquellos ojos
que le robaron el corazón en un tiempo que a ella le parecía muy lejano. Él la
había mirado con la misma intensidad, o sólo se lo había imaginado, pero estaba
segura de que no le había pasado desapercibida.
Consiguió calmarse
y llegar al punto donde había quedado con su mejor amiga, a la que no le dijo
nada. Mas ella notaba su exaltación y sus preguntas no cesaron en ningún
momento de la tarde, algo que Sara lamentó. Sólo quería sumergirse en el mundo
de recuerdos, retornar a todas aquellas caricias que se dieron en el pasado, a
todos aquellos besos que quedaron perdidos entre sus caminos opuestos. No podía
creerse que aquel por el que había dado su vida hubiese vuelto a su mundo.
Aunque no debería conseguir entrar de nuevo en su mente ni en sus sueños, o eso
es lo que se dijo, pues sabía que era un intento en vano.
Eric no podía
creerse aquello. Nada más llegar y ya se la había encontrado. Había vuelto a
ver aquella melena rubia, aquellos ojos azules que tanto le recordaban el mar
donde habían creado momentos tan íntimos, aquellos labios tan rosados… No podía
caer de nuevo en los recuerdos, ni mucho menos en el dolor que portaban, pero
había cambiado tanto… su cuerpo se había transformado por completo en el de una
mujer, un cuerpo demasiado bonito… ¡No! Nada de volver a pensar en Sara. Aunque
sabía que su vuelta a la ciudad, de una forma o de otra, le iba a llevar a
ella, tenía que intentar evitarlo, tenía que intentar alejar aquella horrorosa
angustia que tantos años le había acompañado.
Pasaron las
semanas pero no volvió a ver a Eric. Iba por las calles mirando hacia todos
lados, y acababa inconscientemente en todos aquellos lugares que recogían sus
recuerdos. Sabía que el dolor había vuelto, con menos intensidad, pero seguía
ahí. Era ridículo, se sentía ridícula. Tanto tiempo y seguro que él no la
recordaba, o como mucho se reiría de aquellos días que habían sido inolvidables
para Sara. No podía seguir así, no podía seguir viviendo con los fantasmas del
pasado… Pero sólo le quedaba un sitio que contenía horas demasiado especiales…
Mientras recorría
el camino, recordaba aquella carretera que recorrían en su viejo Mustang de los
70, y cómo se inundaba de sus risas y caricias. Un coche donde habían vivido y
muerto en las eternas noches de sentimientos, en las primeras veces y las
últimas. aquel coche que había visto morir aquel amor, un amor que no habían
reconocido lo suficiente hasta aquel adiós... Decidió caminar, ya que no tenía
coche, ni prisa, así que tenía aún más tiempo para pensar… Alcanzó por fin la
playa solitaria cubierta de una gruesa arena que tantas veces recogió sus
sueños. El agua seguía igual de cristalina y tampoco había ni una persona.
Aquellos momentos se expandieron por completo en su mente y las lágrimas
cálidas rodaban por sus mejillas sin darse cuenta. Se quedó un rato largo,
demasiado largo, sin preocuparse cómo iba a volver, pues todo le daba igual en
ese momento. Observó cómo el sol casi tocaba el agua, cómo iba muriendo poco a
poco para dejar paso a la luna. Entumecida hasta la médula por no haberse
movido ni un milímetro, decidió emprender el camino de vuelta a casa… Y con la
cabeza gacha se encontró con los pies de un chico.
Largo rato había
estado observándola, y conteniendo el instinto de recogerla en sus brazos, como
tantas veces había hecho. Sólo se movía su precioso y largo pelo, asi que
estuvo tentado de ver si estaba bien, pero estaba prendido por la magia de
aquella imagen que sabía que ocuparían sus noches posteriores. De repente ella
se volvió, tan súbita como las olas que rompían contra las enormes rocas. Su
cara estaba mojada, aunque no podía ver bien sus ojos sabía que era por las
lágrimas. Entonces levantó la cabeza para mirarle, y pudo ver la sorpresa en
sus ojos que al instante dejó paso a una inmensa tristeza…
Eric no podía
contenerse más, no podía seguir viendo esos ojos de aquella manera, asi que se
abalanzó sobre ella, arropándola en sus fuertes brazos, como tantas veces había
ansiado hacer. Los dos temblaban del increíble remolino de sentimientos
que se chocaban entre si. Tampoco pudo contener su lengua, ni su mente… y su
boca soltó aquellas palabras que se moría por decir, todas aquellas palabras
que no habían dejado de rondar por su cabeza, torturándole por tenerlas
encerradas…
Sara no sabía qué
hacer, aquello era un sueño y una pesadilla a la vez. Pero antes de que pudiera
reaccionar, antes de que su cuerpo diera señales de vida, escuchó aquella voz…
la voz que tanto ansiaba escuchar, en un susurro.
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